Diálogo imaginario con Evita
por la compañera Taky Perot
“Ella ha tenido, con su tino maravilloso, la guarda de mis propias espaldas, confiadas en su inteligencia y en su lealtad, que son las dos fuerzas más poderosas que rigen el destino y la historia de los hombres” (Juan Domingo Perón)
-¿Te acordás Evita?. El sol iluminaba más que nunca aquel día. Cada rincón de la Patria desde la Quiaca a Tierra del Fuego, desde el Atlántico hasta los Andes se movilizaba tras una sola consigna: ¡Queremos a Perón! ¡Queremos a Perón!. Ya el paro nacional estaba en marcha desde el día de la víspera. Las chimeneas dejaron de funcionar, los ingenios lucían vacíos de obreros, las escuelas de maestros. Familias enteras se aprestaban jubilosas a marchar por un ideal tan claro como el día: había que liberar al coronel que nos había abierto las puertas de la esperanza. ¡Se estaba gestando una jornada histórica!.
-Yo me quedé sola junto a mi coronel hasta que lo llevaron prisionero. Desde aquel día desconfié de los amigos encumbrados y de los hombres de honor y me aferré ciegamente a los hombres y mujeres humildes de mi pueblo que sin tanto “honor”, sin tantos títulos y privilegios saben jugarse la vida por un hombre, por una causa, por un ideal. ¡O un simple sentimiento del corazón![1]
-¡Y vaya si ese sentimiento era genuino! Tan así como para que un país saliera a las calles sin titubeos, desorganizados y exultantes, esperanzados y decididos con la interna convicción de que ese día era un día histórico. Era el día del “Nosotros o Ellos” y con el “Nosotros” todo el coraje puesto a marchar hacia otra historia. Ahora la palabra de aquellos que nos les había sido permitido expresarse comenzaba a liberarse y a historizarse, con la fuerza irrefrenable de las masas populares.
-¿Acaso ellos no encontraron la solución de un problema que estaba perdido cuando reconquistaron a Perón para ellos y para mí, ese 17 de octubre de 1945?[2]
-¡Claro! Cómo no emocionarnos entonces, ante el recuerdo de un pueblo en las calles, que con la voz en cuello y gritando hasta enronquecer: ¡Salite de la esquina/oligarca loco/ tu patria no te quiere/Perón tampoco!, expresaban con agudeza e intuición inusitada su sentido de pertenencia. Cómo mantenerse al margen de los acontecimientos cuando la convocatoria para recuperar la esperanza que les había sido arrebatada, tenía santo y seña: ¡Los que estén con Perón, que se vengan al montón!.
Imagino tu cara alborozada y sobre todo tu corazón desbordando del pecho cuando veías avanzar por Corrientes al este, una columna de 30.000 personas al grito de ¡La vida por Perón! ¡La vida por Perón!
Y por Avda. de Mayo y por Vieytes, por Montes de Oca y cruzado el puente Pueyrredón miles y miles de trabajadores sudorosos y revoleando las camisas engrasadas. Haciendo sonar los bombos con tanta fuerza como para que retumbara, con la potencia de un grito desamordazado, hasta el último rincón de la Patria sublevada.
-Descamisados fueron todos los que estuvieron aquella noche en la Plaza de Mayo. Los que todo el día reclamaron a gritos la presencia del Líder ausente y prisionero; los que encendieron hogueras con los diarios de la prensa que se había vendido a un embajador extranjero por treinta dineros ¡o tal vez menos!. Y son descamisados todos los que entonces, de estar aquí, hubiesen ido a la Plaza; y todos los que ahora o mañana harían lo mismo que hicieron los primeros descamisados aquel primer 17 de octubre [3]
-La eclosión popular se había generalizado, pensaste…
-¡Ese era el pueblo, cuya causa ganó mi corazón desde hacía muchos años! [4]
-Hasta la policía miraba con simpatía las caravanas obreras en las cuales predominan hombres jóvenes de origen provinciano, e informaban durante toda la mañana el avance de los trabajadores desde diversos rumbos.
Como no había de estremecerse entonces la gorilada, que miraba extrañada sin entender, al decir de Discepolín, cerrando los balcones y volviéndolos luego a abrir para comprobar azorados y ensombrecidos que era así nomás. Esa multitud ignorada, invisibilizada y marginada, había salido a la calle a narrar su propia historia, sin intermediarios. Pero ¿de dónde salieron? ¿Qué fuerza incontenible los impulsaba?, se preguntarían.
-Así como yo había pensado un día que era necesario hacer una revolución, el pueblo sintió ¡el pueblo siente! que había llegado un momento crucial de su historia. Se dio cuenta de que todo estaba perdido, pero que todo podía salvarse. Por suerte advirtió que eso dependería de su decisión. ¡Y se decidió! [5]
-Y ese sentimiento los expresó sin odios ni venganzas. Una escritora recordaba ese momento diciendo: “Era la verdadera fiesta del alma de las multitudes, con un sentido profundo y sereno de justicia: obtener la liberación de su líder”
-Felizmente el pueblo ya lo había conocido a Perón, y ya no veía en él al jefe militar con vocación de dictador, sino al compañero cuyo corazón había sentido el dolor de nuestra raza. Y el pueblo se lanzó a las calles dispuesto a todo. Los jefes militares de la reacción huyeron asustados y la oligarquía se escondió con ellos.[6]
-Y mientras las calles y avenidas se colmaban de pueblo, el coronel esperaba…rodeado de camarillas y cabildeos, contubernios y refrenos.
-Aquellas primeras grandes desilusiones me hicieron ver con claridad el camino: Perón no podía creer en nada ni en nadie que no fuese Pueblo[7]
-Por eso, mientras el Coronel aguardaba, también confiaba y ese sentimiento se abonaba con amor, compromiso y lealtad popular y tenía nombres: Mercante, Lucero, Espejo, Cipriano Reyes y sus hermanos Carlos y Doralio, Eduardo Colom, Darío Alessandro, Libertario Ferrari y tantos otros.
Seguramente se habrá acordado de las palabras proféticas de Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz. Cuentan que por esas horas los vieron abrazarse emocionados hasta las lágrimas, mezclados entre la multitud que crecía en número y en fervor. Scalabrini diciéndole a don Arturo con un temblor en la voz “¿Viste…viste…?¡Es el subsuelo de la Patria sublevado!”. Imprescindibles y lúcidos hacedores, que vislumbraron y ayudaron a parir así, a una Argentina decidida a retomar las riendas de su propio destino.
Y como no recordar a Pedro Arnaldi. ¿Te acordás de él?. Sí, el compañero de FORJA que don Arturo mandó a ponerse al frente de la columna de 10.000 compañeros y compañeras que venían de Gerli. ¡El que pasó el puente Pueyrredón con su bandera al frente de diez mil almas!.
¡Y en todas las provincias se produciéndose el mismo fenómeno!.
-Así, los dirigentes honrados del sindicalismo argentino se aliaron con Perón. En la vereda de enfrente quedaron los que no quisieron oír las promesas ni quisieron ver las realidades. Ellos habían vendido, por anticipado, su posición a la oligarquía y al capitalismo. Pero a cambio de eso ganaron el olvido de los trabajadores; el olvido, que es la manera que el pueblo tiene de despreciar a quienes lo traicionan. [8]
-Y ya que los mencionás. Sí, a los apátridas o los oligarcas: Patrón Costas, Manuel Ordoñez, Walter Perkins, Santos Gollán y toda la infame camarilla golpista de los políticos del fraude. ¿Te acordás cuando un Braden crispado decía “hay que extirpar a la hidra nazi se encuentre dónde se encuentre”?. Es que se la veían venir…Y La Razón, la Nación, La Prensa y Crítica abroquelados hasta las pezuñas vociferando ignominias, anunciando catástrofes y presagiando el apocalipsis.
-¡Declaro con toda la fuerza de mi fanatismo que siempre me repugnaron![9]
¡Hay que cuidarse de ellos como del diablo!![10]
-¿Y los dirigentes de la UCR? ¿Y los comunistas y los socialistas? “Atados al carro de la oligarquía” como decía el Coronel.
-Con esto demostraron que era mentira la enemistad que frente al capitalismo aparentaban los dirigentes comunistas y socialistas que se llamaban tanto tiempo a sí mismos dirigentes “del pueblo”.
Así se explica también por qué durante tantos años los trabajadores argentinos no vieron avanzar a sus organizaciones sino a pequeños pasos y esto, muy de vez en cuando y con sangrientos y dolorosos sacrificios. [11]
-La Patria se jugaba al todo o nada. Los intereses en pugna y al rojo vivo se batían en duelo, quizá el más crucial y significativo de la historia de nuestro pueblo.
Y ahora estamos aquí, en otra luminosa víspera de un 17 de octubre, después 65 largos años de aquella gloriosa gesta que nos marcó a fuego. Muchos acontecimientos se sucedieron… Seguramente tu alma apasionada y combativa los sigue fogoneando desde el lugar más heroico que nuestro pueblo te ha ubicado. Iluminádonos e interpelándonos junto a San Martín, Belgrano, Moreno, los aguerridos gauchos federales, los compañeros y compañeras de la resistencia y los 30.000 desparecidos de la más cruenta dictadura cívico- militar. Que nos ensombreció los días felices de nuestra historia reciente. Que nos mutiló sueños, y nos pisoteó derechos trabajosamente adquiridos y nos amordazó la esperanza y la libertad.
-De ese pecado no se redimirán jamás[12].
-¡No los querrán recordar ni siquiera sus hijos! [13]
Pero como también lo sabés, este 17 de octubre nos encuentra con diferentes actores, aunque con similares antinomias: Patria o Muerte, Liberación o Dependencia, Pueblo u Oligarquía. Hoy como en aquel, se está gestando otra historia. Estamos siendo protagonistas otra vez del fin de una época y el principio de otra, y hoy como ayer hay quienes no lo pueden comprender. Y otros porque lo advierten claramente, desesperan aterrorizados de perder sus privilegios, conseguidos a costa de la sangre y el dolor popular. Ellos son los Magnetto, los Noble, los Biolcatti, los LLambías y los Duhalde.
-La Patria para ellos fue un nombre ¡el nombre de una mercadería que se vende al que pague más! [14]
-Y toda la camarilla de obsecuentes políticos del fraude, “atados al carro de los oligarcas”: los Cobos, las Carrió, los Macri y los Narváez.
-No se dan cuenta de que aquí, en nuestro país, decir “oposición” significa todavía decir “oligarquía”…Y eso vale como si dijésemos “enemigos del pueblo”. [15]
-Y repiten la ignominia y se valen de la prensa amparados en la connivencia y defendiendo los intereses de los vendepatrias de ayer y de hoy.
Y los formadores de opinión…Se fueron consolidando y ostentan hoy en ominoso título de “Grupos monopólicos”. Más letales, pero paradojalmente más vulnerables. Cada vez más desembozados sus intenciones. Sus escribas siguen el mismo derrotero infame y fraudulento de aquel entonces.
-…ellos pertenecen a una raza que nunca morirá definitivamente [16]
-Así es Evita, aunque sea otro el escenario de aquel entonces, pero son los mismos intereses confrontados. También ahora nos jugamos en una encrucijada: Una Patria para todos o para unos pocos.
Y por esa magia que tiene los laberintos de la historia hoy los “descamisados” “los que nos sentimos pueblo” “los que sufrimos y gozamos como pueblo” como vos lo definiste claramente, nos volvemos a enamorar apasionadamente de la causas populares teniendo como horizonte la Patria Grande. Porque hay un compañero y una compañera que vienen trabajando sin cesar para dar vuelta la taba de la historia que nos han querido imponer.
Apasionados militantes, férreos en sus convicciones, inclaudicables compañeros. Perseverantes, incorregibles y fanáticamente peronistas.
-El fanatismo es la única fuerza que Dios le dejó al corazón para ganar sus batallas. Es la gran fuerza de los pueblos: la única que no poseen sus enemigos, porque ellos han suprimido del mundo todo lo que suene a corazón [17]
-Y con la mística revolucionaria de don Arturo y de Raúl Scalabrini Ortiz innumerables militantes trabajan incansablemente en la formación de la conciencia nacional, orientados hacia ese objetivo: librar la batalla de los pueblos.
Cuántas similitudes en la trama de nuestra historia. El Coronel asomado al balcón de la Rosada aquel 17 de octubre, extasiándose ante una marea humana de millón de almas expectantes unidas en un solo clamor: ¡Perooooón! ¡Peroooón!. Y en un gesto histórico de amor y patriotismo respondió a su pueblo tal como lo esperaba.
-¡Allí confirmó su decisión irrevocable de servir al pueblo con todas sus energías y por sobre todo sacrificio![18]
-Cristina en cambio, recorriendo de punta a punta el país, Latinoamérica y el mundo. Y en todos esos “balcones” respondiendo al clamor de ¡Ar-gen-ti-na! ¡Ar-gen-ti-na! de similar manera. Con lealtad a las banderas de Soberanía política, Justicia Social e Independencia Económica.
De tal manera entonces en éste 17 habrá pueblo marchando con alegría en las calles y habrá lealtad a las banderas. Y delante de todos con paso ágil, firme y entusiasta, agitándolas, irá la juventud. La de ayer y la de hoy. Entonando fervorosos cánticos que llevan el sello peronista, tu nombre Evita y el de General Perón, el de Néstor y Cristina, en sus consignas: “Somos de la Gloriosa Juventud Peronista/somos los herederos de Perón y de Evita/A pesar de las bombas/de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos/No nos han vencido”
-Sabrán mis “grasitas” todo los que yo los quiero. [19]
-¡Claro que lo sabemos!! ¡Diste tu vida para que seamos felices!!.
-¡No aspiro a ningún honor que no sea esa felicidad! [20]
- Ya ves amada compañera ¡estás volviendo otra vez y estamos siendo millones como vos lo predijiste!. Llevaremos tus banderas en lo más alto del mástil con las velas inflamadas de amor y de lealtad. Porque en éste Bicentenario de la Patria, éste barco que viene con viento de cola y es del Sur, ya tiene doble timonel y es peronista. Está surcando los mares de Latinoamérica y en la proa lleva grabado a fuego “La Patria Grande”. Y no habrá poder que nos cambie el rumbo…Este 17 de octubre es nuestro para SIEMPRE.
-Ese debe ser nuestro objetivo. Nada más que ganar el derecho de crear, junto al hombre, una humanidad mejor. [21]
por la compañera Taky Perot
“Ella ha tenido, con su tino maravilloso, la guarda de mis propias espaldas, confiadas en su inteligencia y en su lealtad, que son las dos fuerzas más poderosas que rigen el destino y la historia de los hombres” (Juan Domingo Perón)
-¿Te acordás Evita?. El sol iluminaba más que nunca aquel día. Cada rincón de la Patria desde la Quiaca a Tierra del Fuego, desde el Atlántico hasta los Andes se movilizaba tras una sola consigna: ¡Queremos a Perón! ¡Queremos a Perón!. Ya el paro nacional estaba en marcha desde el día de la víspera. Las chimeneas dejaron de funcionar, los ingenios lucían vacíos de obreros, las escuelas de maestros. Familias enteras se aprestaban jubilosas a marchar por un ideal tan claro como el día: había que liberar al coronel que nos había abierto las puertas de la esperanza. ¡Se estaba gestando una jornada histórica!.
-Yo me quedé sola junto a mi coronel hasta que lo llevaron prisionero. Desde aquel día desconfié de los amigos encumbrados y de los hombres de honor y me aferré ciegamente a los hombres y mujeres humildes de mi pueblo que sin tanto “honor”, sin tantos títulos y privilegios saben jugarse la vida por un hombre, por una causa, por un ideal. ¡O un simple sentimiento del corazón![1]
-¡Y vaya si ese sentimiento era genuino! Tan así como para que un país saliera a las calles sin titubeos, desorganizados y exultantes, esperanzados y decididos con la interna convicción de que ese día era un día histórico. Era el día del “Nosotros o Ellos” y con el “Nosotros” todo el coraje puesto a marchar hacia otra historia. Ahora la palabra de aquellos que nos les había sido permitido expresarse comenzaba a liberarse y a historizarse, con la fuerza irrefrenable de las masas populares.
-¿Acaso ellos no encontraron la solución de un problema que estaba perdido cuando reconquistaron a Perón para ellos y para mí, ese 17 de octubre de 1945?[2]
-¡Claro! Cómo no emocionarnos entonces, ante el recuerdo de un pueblo en las calles, que con la voz en cuello y gritando hasta enronquecer: ¡Salite de la esquina/oligarca loco/ tu patria no te quiere/Perón tampoco!, expresaban con agudeza e intuición inusitada su sentido de pertenencia. Cómo mantenerse al margen de los acontecimientos cuando la convocatoria para recuperar la esperanza que les había sido arrebatada, tenía santo y seña: ¡Los que estén con Perón, que se vengan al montón!.
Imagino tu cara alborozada y sobre todo tu corazón desbordando del pecho cuando veías avanzar por Corrientes al este, una columna de 30.000 personas al grito de ¡La vida por Perón! ¡La vida por Perón!
Y por Avda. de Mayo y por Vieytes, por Montes de Oca y cruzado el puente Pueyrredón miles y miles de trabajadores sudorosos y revoleando las camisas engrasadas. Haciendo sonar los bombos con tanta fuerza como para que retumbara, con la potencia de un grito desamordazado, hasta el último rincón de la Patria sublevada.
-Descamisados fueron todos los que estuvieron aquella noche en la Plaza de Mayo. Los que todo el día reclamaron a gritos la presencia del Líder ausente y prisionero; los que encendieron hogueras con los diarios de la prensa que se había vendido a un embajador extranjero por treinta dineros ¡o tal vez menos!. Y son descamisados todos los que entonces, de estar aquí, hubiesen ido a la Plaza; y todos los que ahora o mañana harían lo mismo que hicieron los primeros descamisados aquel primer 17 de octubre [3]
-La eclosión popular se había generalizado, pensaste…
-¡Ese era el pueblo, cuya causa ganó mi corazón desde hacía muchos años! [4]
-Hasta la policía miraba con simpatía las caravanas obreras en las cuales predominan hombres jóvenes de origen provinciano, e informaban durante toda la mañana el avance de los trabajadores desde diversos rumbos.
Como no había de estremecerse entonces la gorilada, que miraba extrañada sin entender, al decir de Discepolín, cerrando los balcones y volviéndolos luego a abrir para comprobar azorados y ensombrecidos que era así nomás. Esa multitud ignorada, invisibilizada y marginada, había salido a la calle a narrar su propia historia, sin intermediarios. Pero ¿de dónde salieron? ¿Qué fuerza incontenible los impulsaba?, se preguntarían.
-Así como yo había pensado un día que era necesario hacer una revolución, el pueblo sintió ¡el pueblo siente! que había llegado un momento crucial de su historia. Se dio cuenta de que todo estaba perdido, pero que todo podía salvarse. Por suerte advirtió que eso dependería de su decisión. ¡Y se decidió! [5]
-Y ese sentimiento los expresó sin odios ni venganzas. Una escritora recordaba ese momento diciendo: “Era la verdadera fiesta del alma de las multitudes, con un sentido profundo y sereno de justicia: obtener la liberación de su líder”
-Felizmente el pueblo ya lo había conocido a Perón, y ya no veía en él al jefe militar con vocación de dictador, sino al compañero cuyo corazón había sentido el dolor de nuestra raza. Y el pueblo se lanzó a las calles dispuesto a todo. Los jefes militares de la reacción huyeron asustados y la oligarquía se escondió con ellos.[6]
-Y mientras las calles y avenidas se colmaban de pueblo, el coronel esperaba…rodeado de camarillas y cabildeos, contubernios y refrenos.
-Aquellas primeras grandes desilusiones me hicieron ver con claridad el camino: Perón no podía creer en nada ni en nadie que no fuese Pueblo[7]
-Por eso, mientras el Coronel aguardaba, también confiaba y ese sentimiento se abonaba con amor, compromiso y lealtad popular y tenía nombres: Mercante, Lucero, Espejo, Cipriano Reyes y sus hermanos Carlos y Doralio, Eduardo Colom, Darío Alessandro, Libertario Ferrari y tantos otros.
Seguramente se habrá acordado de las palabras proféticas de Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz. Cuentan que por esas horas los vieron abrazarse emocionados hasta las lágrimas, mezclados entre la multitud que crecía en número y en fervor. Scalabrini diciéndole a don Arturo con un temblor en la voz “¿Viste…viste…?¡Es el subsuelo de la Patria sublevado!”. Imprescindibles y lúcidos hacedores, que vislumbraron y ayudaron a parir así, a una Argentina decidida a retomar las riendas de su propio destino.
Y como no recordar a Pedro Arnaldi. ¿Te acordás de él?. Sí, el compañero de FORJA que don Arturo mandó a ponerse al frente de la columna de 10.000 compañeros y compañeras que venían de Gerli. ¡El que pasó el puente Pueyrredón con su bandera al frente de diez mil almas!.
¡Y en todas las provincias se produciéndose el mismo fenómeno!.
-Así, los dirigentes honrados del sindicalismo argentino se aliaron con Perón. En la vereda de enfrente quedaron los que no quisieron oír las promesas ni quisieron ver las realidades. Ellos habían vendido, por anticipado, su posición a la oligarquía y al capitalismo. Pero a cambio de eso ganaron el olvido de los trabajadores; el olvido, que es la manera que el pueblo tiene de despreciar a quienes lo traicionan. [8]
-Y ya que los mencionás. Sí, a los apátridas o los oligarcas: Patrón Costas, Manuel Ordoñez, Walter Perkins, Santos Gollán y toda la infame camarilla golpista de los políticos del fraude. ¿Te acordás cuando un Braden crispado decía “hay que extirpar a la hidra nazi se encuentre dónde se encuentre”?. Es que se la veían venir…Y La Razón, la Nación, La Prensa y Crítica abroquelados hasta las pezuñas vociferando ignominias, anunciando catástrofes y presagiando el apocalipsis.
-¡Declaro con toda la fuerza de mi fanatismo que siempre me repugnaron![9]
¡Hay que cuidarse de ellos como del diablo!![10]
-¿Y los dirigentes de la UCR? ¿Y los comunistas y los socialistas? “Atados al carro de la oligarquía” como decía el Coronel.
-Con esto demostraron que era mentira la enemistad que frente al capitalismo aparentaban los dirigentes comunistas y socialistas que se llamaban tanto tiempo a sí mismos dirigentes “del pueblo”.
Así se explica también por qué durante tantos años los trabajadores argentinos no vieron avanzar a sus organizaciones sino a pequeños pasos y esto, muy de vez en cuando y con sangrientos y dolorosos sacrificios. [11]
-La Patria se jugaba al todo o nada. Los intereses en pugna y al rojo vivo se batían en duelo, quizá el más crucial y significativo de la historia de nuestro pueblo.
Y ahora estamos aquí, en otra luminosa víspera de un 17 de octubre, después 65 largos años de aquella gloriosa gesta que nos marcó a fuego. Muchos acontecimientos se sucedieron… Seguramente tu alma apasionada y combativa los sigue fogoneando desde el lugar más heroico que nuestro pueblo te ha ubicado. Iluminádonos e interpelándonos junto a San Martín, Belgrano, Moreno, los aguerridos gauchos federales, los compañeros y compañeras de la resistencia y los 30.000 desparecidos de la más cruenta dictadura cívico- militar. Que nos ensombreció los días felices de nuestra historia reciente. Que nos mutiló sueños, y nos pisoteó derechos trabajosamente adquiridos y nos amordazó la esperanza y la libertad.
-De ese pecado no se redimirán jamás[12].
-¡No los querrán recordar ni siquiera sus hijos! [13]
Pero como también lo sabés, este 17 de octubre nos encuentra con diferentes actores, aunque con similares antinomias: Patria o Muerte, Liberación o Dependencia, Pueblo u Oligarquía. Hoy como en aquel, se está gestando otra historia. Estamos siendo protagonistas otra vez del fin de una época y el principio de otra, y hoy como ayer hay quienes no lo pueden comprender. Y otros porque lo advierten claramente, desesperan aterrorizados de perder sus privilegios, conseguidos a costa de la sangre y el dolor popular. Ellos son los Magnetto, los Noble, los Biolcatti, los LLambías y los Duhalde.
-La Patria para ellos fue un nombre ¡el nombre de una mercadería que se vende al que pague más! [14]
-Y toda la camarilla de obsecuentes políticos del fraude, “atados al carro de los oligarcas”: los Cobos, las Carrió, los Macri y los Narváez.
-No se dan cuenta de que aquí, en nuestro país, decir “oposición” significa todavía decir “oligarquía”…Y eso vale como si dijésemos “enemigos del pueblo”. [15]
-Y repiten la ignominia y se valen de la prensa amparados en la connivencia y defendiendo los intereses de los vendepatrias de ayer y de hoy.
Y los formadores de opinión…Se fueron consolidando y ostentan hoy en ominoso título de “Grupos monopólicos”. Más letales, pero paradojalmente más vulnerables. Cada vez más desembozados sus intenciones. Sus escribas siguen el mismo derrotero infame y fraudulento de aquel entonces.
-…ellos pertenecen a una raza que nunca morirá definitivamente [16]
-Así es Evita, aunque sea otro el escenario de aquel entonces, pero son los mismos intereses confrontados. También ahora nos jugamos en una encrucijada: Una Patria para todos o para unos pocos.
Y por esa magia que tiene los laberintos de la historia hoy los “descamisados” “los que nos sentimos pueblo” “los que sufrimos y gozamos como pueblo” como vos lo definiste claramente, nos volvemos a enamorar apasionadamente de la causas populares teniendo como horizonte la Patria Grande. Porque hay un compañero y una compañera que vienen trabajando sin cesar para dar vuelta la taba de la historia que nos han querido imponer.
Apasionados militantes, férreos en sus convicciones, inclaudicables compañeros. Perseverantes, incorregibles y fanáticamente peronistas.
-El fanatismo es la única fuerza que Dios le dejó al corazón para ganar sus batallas. Es la gran fuerza de los pueblos: la única que no poseen sus enemigos, porque ellos han suprimido del mundo todo lo que suene a corazón [17]
-Y con la mística revolucionaria de don Arturo y de Raúl Scalabrini Ortiz innumerables militantes trabajan incansablemente en la formación de la conciencia nacional, orientados hacia ese objetivo: librar la batalla de los pueblos.
Cuántas similitudes en la trama de nuestra historia. El Coronel asomado al balcón de la Rosada aquel 17 de octubre, extasiándose ante una marea humana de millón de almas expectantes unidas en un solo clamor: ¡Perooooón! ¡Peroooón!. Y en un gesto histórico de amor y patriotismo respondió a su pueblo tal como lo esperaba.
-¡Allí confirmó su decisión irrevocable de servir al pueblo con todas sus energías y por sobre todo sacrificio![18]
-Cristina en cambio, recorriendo de punta a punta el país, Latinoamérica y el mundo. Y en todos esos “balcones” respondiendo al clamor de ¡Ar-gen-ti-na! ¡Ar-gen-ti-na! de similar manera. Con lealtad a las banderas de Soberanía política, Justicia Social e Independencia Económica.
De tal manera entonces en éste 17 habrá pueblo marchando con alegría en las calles y habrá lealtad a las banderas. Y delante de todos con paso ágil, firme y entusiasta, agitándolas, irá la juventud. La de ayer y la de hoy. Entonando fervorosos cánticos que llevan el sello peronista, tu nombre Evita y el de General Perón, el de Néstor y Cristina, en sus consignas: “Somos de la Gloriosa Juventud Peronista/somos los herederos de Perón y de Evita/A pesar de las bombas/de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos/No nos han vencido”
-Sabrán mis “grasitas” todo los que yo los quiero. [19]
-¡Claro que lo sabemos!! ¡Diste tu vida para que seamos felices!!.
-¡No aspiro a ningún honor que no sea esa felicidad! [20]
- Ya ves amada compañera ¡estás volviendo otra vez y estamos siendo millones como vos lo predijiste!. Llevaremos tus banderas en lo más alto del mástil con las velas inflamadas de amor y de lealtad. Porque en éste Bicentenario de la Patria, éste barco que viene con viento de cola y es del Sur, ya tiene doble timonel y es peronista. Está surcando los mares de Latinoamérica y en la proa lleva grabado a fuego “La Patria Grande”. Y no habrá poder que nos cambie el rumbo…Este 17 de octubre es nuestro para SIEMPRE.
-Ese debe ser nuestro objetivo. Nada más que ganar el derecho de crear, junto al hombre, una humanidad mejor. [21]
[1] Eva Perón, Mi Mensaje, Ed. Adrife Libros, 1ra. Edición: Julio 2007, pág.11
[2] Eva Perón, La Razón de mi vida, Ediciones Peuser, Buenos Aires, Septiembre de 1951, pág. 120
[3][3] Eva Perón, La Razón de mi vida, Ediciones Peuser, Buenos Aires, Septiembre de 1951, pág. 116-117
[4] Ibíd.,p. 118
[5] Ibíd.,p. 57
[6] Eva Perón, Mi Mensaje, Ed. Adrife Libros, 1ra. Edición: Julio 2007, pág. 33
[7]Ibíd., p. 11
[8] Eva Perón, La Razón de mi vida, Ediciones Peuser, Buenos Aires, Septiembre de 1951, pág. 112-113
[9]
[10] Eva Perón, Mi Mensaje, Ed. Adrife Libros, 1ra. Edición: Julio 2007, pág.32
[11] Eva Perón, La Razón de mi vida, Ediciones Peuser, Buenos Aires, Septiembre de 1951, pág.111
[12] Ibíd., p. 297
[13] Ibíd., p. 298
[14] Ibíd,. p.298
[15] Ibíd.,p.296
[16] Eva Perón, Mi Mensaje, Ed. Adrife Libros, 1ra. Edición: Julio 2007, pág.12
[17] Eva Perón, Mi Mensaje, Ed. Adrife Libros, 1ra. Edición: Julio 2007, pág. 14
[18]
[19] Eva Perón, Mi Mensaje, Ed. Adrife Libros, 1ra. Edición: Julio 2007, pág. 33
[20] Eva Perón, La Razón de mi vida, Ediciones Peuser, Buenos Aires, Septiembre de 1951, pág.315
[21] Ibíd, p.287
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