Quienes tras aquel domingo 10 de Julio entendieron que el partido estaba definido, consumado, que no hacia falta derramar una sola palabra mas, que las convicciones caían libremente al vació, que los porteños serían irremediablemente apolíticos o irremediablemente antiperonistas. Aquellos que vieron en aquel cuarenta y pico % amarillo la derrota del kirchnerismo, aquellos que frente a los resultados entendieron que la estrategia debía ser replegarse, bajarse, fueron quienes no supieron hacer una lectura retrospectiva, los mismos que se olvidaron de aquel escuálido 11% de 2009. "Hay una palabra con la que no estoy de acuerdo: derrota", con una frase equivalente Yeni Amaya, comunera porteña por el Frente para la Victoria en Mataderos, cerraba la jornada de recapacitación de fiscales en vista al balotaje del domingo próximo. Eran palabras de militante, de alguien que sabía el esfuerzo que implicó ese 28%, que desde el conocimiento histórico podía hacer una lectura mas acabada, mas precisa de lo que había pasado aquel día. Es que si algo le falta a la juventud son los años, la experiencia, la acumulación de vivencias que implican mayores reflexiones y nuevos puntos de comparación. La lectura del presente, de los hechos cotidianos, no puede quedar reducida al "aquí y ahora", porque de ese modo la historia de las sociedades no seria mas que la sumatoria infinita de hechos inconexos, algo absurdo. Asimismo, y aquí desde una visión especialmente subjetiva, reducir el análisis electoral al mero resultado es caer en la lógica propia del mercado. Aun reconociendo que a la hora de asignar cargos lo que finalmente cuentan son los porcetanjes obtenidos por cada formula y que desde este punto de vista lo cuantitativo es considerablemente impostergable, lo cierto es que reducir el análisis político electoral a la lógica de la eficiencia y la eficacia es caer en la lectura pobre e incompleta del mercado. Una visión simplista que no entiende de intenciones distintas del utilitarismo, de intereses individuales, que nada sabe de convicciones políticas, de justicia social, de la lucha de los pueblos, de la voluntad militante, de los jóvenes que sueñan una argentina infinita e inclusiva. Una lógica que se hubiera quedado durmiendo en la derrota, convencida de su fracaso. Pero lo cierto es que la mística propia de aquel local de Mataderos, la mística y las convicciones que mueven a estos jóvenes, trasciende lo inmediato y entiende que el futuro se construye colectiva y paulatinamente. En medio de aquel escenario, quedando pocos días para la definición de próximo jefe de gobierno porteño, los vecinos junto a la militancia deciden replantearse su estrategia de fiscalización, rever errores, afinar aquí y allá, compartir métodos, aconsejar a los inexpertos que al cierre de urnas dudan entre plantarse o redondear, en fin... a través de las palabras resignificar cada voto, saber que de cada uno nace la voluntad colectiva, y que cada uno de ellos los acerca a la posibilidad de construir una nueva Ciudad, una ciudad inclusiva que ponga la política al servicio de la comunidad, que haga presente al Estado en cada rincón. Se convencen cada vez mas de que el ultimo domingo de Julio hay que entrar Victoriosos a las escuelas, militar cada segundo con el corazón en la mano latiendo por la construcción del sujeto colectivo con el que sueñan cada sábado, cada día que ven a un pibe viviendo en la calle, cada momento en que la sangre se les prende fuego ante las injusticias sociales. Por todo, por la confianza de Cristina en la juventud, este domingo la militancia saldrá a la ciudad a seguir construyendo el Futuro.
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